Bio Tenía 15 años de edad cuando descubrí mi primera vocación, la DANZA. Fui bailarina profesional, coreógrafa y maestra de danza contemporánea por diez años. A los 23 años me encontré en una crisis existencial que me llevó a psicoterapia y tres años después, descubrí mi otra vocación, decidí que quería ser psicoanalista, pero para lograrlo tuve que renunciar a la danza. Dejar la danza fue desgarrador, dejó una herida que creí imposible sanar. Requería más tiempo para estudiar, cuidar a mis hijos, y necesitaba un ingreso económico estable. El duelo fue largo ¿Con qué iba a sustituir ese espacio de vitalidad? La recuperación fue gradual. En el transcurso fui dándome cuenta que había cosas que me alegraba haber dejado atrás. Ya no soportaba, por ejemplo, esos largos ensayos en donde el coreógrafo en turno te exigía realizar movimientos de su propia creatividad, que no necesariamente resonaban conmigo ni energética ni emocionalmente. Y como coreógrafa a veces necesitaba expresar contenido más apto para un texto que para el movimiento corporal. Pase de la expresión del cuerpo a la palabra. Gracias a que la formación dancística me había forjado una férrea disciplina, no me fue difícil someterme a las exigencias académicas. Me formé en instituciones regidas bajo la más rigurosa ortodoxia del psicoanálisis. Mis estudios formales comenzaron en 1995 y concluyeron el 2010. En el Psicoanálisis encontré mi nueva pasión, aspirar a comprender los laberintos de la mente a través de las teorías, del método y de la práctica clínica psicoanalítica. Cuando uno dedica su vida a acompañar a otros en su crecimiento psicológico, la retribución es excepcional. Siempre estaré agradecida con todos mis pacientes, y por supuesto con todos mis maestros. Además de mi práctica clínica privada, disfruté muchos años colaborar en la institución que me formó como psicoanalista. Estuve trabajando en áreas de la clínica, la docencia, en comités académicos, políticos y administrativos. Tuve el honor de fungir como psicoanalista didáctica y así contribuir a la formación de nuevos colegas. Me interesaba mucho retar la actitud endogámica del psicoanálisis, y por eso organicé mesas de trabajo multidisciplinarios para los congresos anuales; especialmente siempre me apasionó la relación del psicoanálisis y el arte. También trabajé con entusiasmo en la difusión del paradigma psicoanalítico a través de artículos de prensa y otros medios masivos de comunicación. Al pasar los años, resurgió en mi la conciencia de que algo faltaba, la inmersión en el mundo psicoanalítico dejó de ser suficiente. Entonces organicé un grupo de estudios de Filosofía, con un gran maestro con el que trabajamos semanalmente por dos años. Posteriormente en el 2013 decidí estudiar un Doctorado en Artes y Humanidades con la expectativa de volver a nutrirme del arte. Los años de seminarios los disfruté mucho, pero cuando estaba trabajando en mi tesis doctoral perdí totalmente el interés, incluso dejé de escribir sobre cualquier otro tema. Mi deseo de atender pacientes siempre ha estado presente, en cambio en el plano intelectual algo se había apagado. Mi intuición me decía que debía regresar al cuerpo, me faltaba la danza, así empecé a tener sesiones de danza libre a las que después se unió mi esposo. Alrededor del 2017 (un año antes de cumplir 50 y con 20 años de atender pacientes) comenzó mi más grande crisis existencial, como una caída libre del olimpo de la racionalidad carteciana. Paralelamente se complicó mi situación debido a ciertos problemas de salud que se agravaron. Los tratamientos que la medicina oficial me ofrecía se habían agotado, regresé a psicoanalizarme, pero yo seguía enferma. Mirando hacia atrás llegué a la conclusión de que la pérdida de mi salud física fue la puerta de entrada para ver la vida desde otra perspectiva, literalmente estando acostada, porque no soportaba el dolor del coxis, es que me llegó la primera señal de lo que se denomina cuerpo energético: comencé a sentir mis chakras. Desde mi adolescencia, me cuestionaba las convenciones sociales y las religiones, sin embargo, fue durante mi formación psicoanalítica que el entonces tímido ateísmo se consolidó. Tenía la firme convicción de que el único conocimiento válido era el científico y filosófico. La “alta cultura” en que me desenvolví me enseñó a considerar los saberes ancestrales, populares y esotéricos como producto de una mentalidad infantil, ignorante, manipuladora o en el mejor de los casos, metafórica. ¿Qué es lo que me estaba pasando? No tenía un marco conceptual para comprender esa energía que recorría mi cuerpo. Lo que siguió fue una afortunada serie de eventos sincrónicos que me acercaron a personas que nunca antes me hubiera imaginado ir a consultar: médicos alternativos, maestros espirituales, terapeutas psico-corporales, chamanes y sus medicinas ancestrales, videntes, astrólogos y numerólogos, entre otros tantos que me han ayudado a comprender dimensiones del ser humano que no reconoce la ciencia, aunque están escritos en los textos sagrados de todas las culturas sobresalientes de la historia de la humanidad. Es claro que la fe ciega que tenía en el andamiaje de la medicina basada en evidencias se resquebrajó. Las evidencias se manifestaron en mi propio cuerpo, mi enfermedad y mi proceso de sanación han sido La vuelta de tuerca para mi vida personal y profesional. Tuve que desmantelar mi cosmovisión. El modelo biopsicosocial con el que fui adoctrinada empezó a parecerme limitado. Ahora constato que, para sanar física y psicológicamente también debemos sanar ESPIRITUAL y ENERGÉTICAMENTE. Soltar mi ancla epistémica ha sido parte de la así llamada noche oscura del alma. Sigo encontrando mucho valor en el método psicoanalítico, sólo que ahora cuento con una comprensión renovada de la conciencia del ser humano. El reencuentro con MI DANZA y con mi cuerpo energético me han abierto puertas inconscientes antes inimaginables. Encontré acceso a otra VÍA REGIA AL INCONSCIENTE. La feliz unión de mis dos grandes pasiones: la psicoterapia y la danza me ha inspirado a una propuesta terapéutica integral. No sé a dónde me llevará mi YO SUPERIOR en los años venideros. Por el momento continúo mi sanación y mi formación como psicoterapeuta con técnicas de terapias psico-corporales, meditación, y estudios sobre la espiritualidad, todo ello arropado por el paradigma de la TRANSDISCIPLINARIDAD. Hoy sí tengo la certeza de la existencia de un SER SUPERIOR. Agradezco que hayas leído mi recorrido profesional y te invito a que vivas la experiencia psicoterapéutica que incluya la comprensión de los contenidos mentales y las emociones, a través no únicamente del dialogo, sino también con intervenciones corporales que transmutan emociones y energías negativas atrapadas en el cuerpo.
Vía Galvani
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